martes, 13 de agosto de 2013

Supertaça: Futebol-festa é quem mais ordena

 El FC Porto celebra el título
 Helton muestra orgulloso su 6ª Supertaça
 Prolegómenos del partido con un ambiente festivo
 Ambos equipos, técnicos y árbitros posan juntos antes del partido: Fiesta y juego limpio.
 Vitória de Guimarães se conjura en los instantes previos a la Final
 La afición vimarense, animosa, ruidosa y colorida
 Licá atiende a los medios lusos
Lucho González, mejor jugador del partido

La noche de San Lorenzo, que coincide con el 10 de agosto, fecha de celebración de la final de la Supertaça de Portugal que abre la temporada 2013/14 en el fútbol luso, es conocida por la “lluvia de estrellas” que se sucede en los cielos despejados. Así es el cielo de Aveiro, limpio y luminoso, durante el día, abierto al Atlántico, despejado y estrellado en una noche de verano, como la que se vivió en la final de Supertaça.

FC Porto (Campeón Nacional – de Liga-) y Vitória de Guimarães (Campeón de Taça – Copa de Portugal -) se enfrentaban, despertando una gran expectación, pese a que sobre el césped del Estadio Municipal de Aveiro, se echaban de menos a algunas de las estrellas que más brillaron el año pasado en sendos planteles y que permitieron, o ayudaron con creces, a la consecución de los logros deportivos conseguidos por ambos equipos. Moutinho, James por FC Porto, y Tiago Rodrigues, Ricardo y Amido Baldé por Vitória de Guimarães, permanecían en el recuerdo con suspiros de nostalgia desde el subconsciente de los pobladores de los graderíos y las televisiones de los depauperados hogares lusos.

Sin embargo, en un país sabiamente austero por naturaleza, y empobrecido a marchas forzadas por las decisiones de terceros, el sábado se vivió una auténtica fiesta de fútbol. Y una fiesta de refuerzo y orgullo del fútbol portugués en todos los frentes posibles. La capacidad del portugués a sobreponerse de los reveses a base de trabajo callado, imaginación y esfuerzo, se vio reflejada el sábado en la atmósfera que rodeaba la final de la Supertaça. Para empezar, el Estadio Municipal de Aveiro presentaba un aspecto espectacular. Más de 29.000 adeptos llenaban hasta la bandera un Estadio eternamente semivacío. La Federación Portuguesa de Fútbol, sensible a la situación económica del país, consciente de que para que el fútbol sea festivo requiere de graderíos repletos, volvió a poner unos precios asequibles a todos los bolsillos. Entradas a 5, 10 y 15 euros en un Estadio en el que el fútbol se ve perfecto desde cualquier butaca. El resultado, no podía ser otro: Estadio lleno, y fiesta. Orgullo portugués de sobreponerse a las zancadillas. Vimarenses y portistas merecían fiesta, y de antemano, antes de entrar al estadio, estaba conseguida. Si la ciudad aveirense estaba tranquila, dando amable recepción desde sus canales a los despistados (futbolísticamente hablando) turistas, con algunos grupos de personas con camisolas azuis e brancas dispersos y apacibles, el Estadio criminalmente (para el fútbol) situado a 6 kms del centro de la ciudad, era la hipérbole de la fiesta asociada al deporte. Ya en el aparcamiento, y zonas verdes aledañas, las mesas de camping, las furgonetas abiertas, los portones traseros de los vehículos abiertos, con el fin de cenar, beber un trago de la refrescante cerveza nacional, se mezclaban con las sirenas de los policías que escoltaban los autocares de ruidosos adeptos que llegaban desde Porto y Guimarães. Muchos portugueses de la diáspora que en agosto, con las vacaciones veraniegas, se cruzan una parte del sur de Europa para llegar con sus vehículos de matrículas suizas, francesas, del Benelux, y alemanas, a su tierra de raiz,  tenían una ocasión única para ver al FC Porto de sus amores. La máquina blanquiazul, incansable de títulos al mando de Pinto da Costa, es algo más que un club en Portugal. Es la excelencia llevada a la gestión económica, deportiva y social. Y vivirlo, como se vive, por los nietos de portugueses emigrados en los 60, que hablan un francés perfecto con la camisola bautizada con el nombre de Moutinho a la espalda, permite percibir que estamos ante un sentimiento que traspasa fronteras y generaciones. La afición vimarense, también se dejaba ver, aunque en una cuarta parte, con sus camisetas blancas. Acaso una afición más local, menos cosmopolita, pero espectacularmente ruidosa.

Ante el inicio del partido, el estadio lleno, y dos equipos con una diferencia presupuestaria importante, pero bien dirigidos desde palco y banquillo. El FC Porto dirigido por  Paulo Fonseca, uno de los entrenadores con más y mejor futuro a medio plazo en el fútbol europeo. No exagero ni un ápice porque estamos ante una personalidad abrumadora en el banquillo, un buen estratega, y un modelador de fútbol festivo. Perfil ganador y generoso con el espectáculo. En el otro banquillo un Rui Vitoria, que es ya un joven veterano de los banquillos lusos. Otro estratega que no discute el buen fútbol cuando este es posible. Valiente, trabajador, e inventor de talentos cuando la necesidad, que en el fútbol luso es constante, apremia.

Sobre el césped, el FC Porto barrió al Vitória en la primera mitad, con suficiencia para dar el partido por acabado en el intervalo. Y con más orgullo portugués, porque un fichaje nacional de los portistas, era un puñal en banda que rasgaba el horizonte defensivo vimarense. Hablo de Licá, un rápido extremo, que no está reñido con el manejo de la pelota, y que hace sólo dos temporadas ondeaba su morena melena corriendo pegado a la cal de las bandas de los estadios de la segunda división lusa y buscando diagonales hacia el área con la camiseta del Estoril. Ya apuntaba maneras de futbolista de kilates. Y el año pasado, con el Estoril en Liga Zon Sagres, demostró lo que se preveía: un futbolista que había que tener en cuenta. Había dudas aún de que la exigencia del FC Porto le pudiera limitar la trayectoria. Si esta es la que marcó el sábado, estamos ante un futbolista que volará con el Dragón. Lucho, ponía el lado extraterrestre. Partidazo para enmarcar, del futbolista argentino que se movió a su antojo con absoluta libertad de movimientos, asociándose con los portadores de la camiseta blanquiazul, cuándo, como y dónde quiso. Ellos dos se metieron al público portista en el bolsillo, dando un recital, en el que ninguno de los músicos que les rodearon desentonó: Helton; Fucile, Álex Sandro, Mangala, Otamendi; Fernando, Lucho, Defour; Varela, Licá, Jackson, además de Kelvin, Quintero y Josué, que en la segunda parte mostraron que hay banquillo de suficiente nivel como para que nadie se despiste. Defensivamente un partido perfecto.  El público vimarense, se sumó a la fiesta, desde la óptica del que la vive en primera persona, como un invitado excepcional. No pararon de alentar desde el graderío a un equipo desarbolado: Douglas; Josué, Pablo Oliveira (el mejor de los vimarenses, consiguió contener en algunas acciones a las piezas más codiciadas de la delantera portista), Pedro Correia, Addy; Moreno, André André; Barrientos, Crivellaro, Marco Matías; Tomané, además de Maazou, Leonel Olimpio y Ricardo Gomes, que en la segunda parte intentaron alternativas a la pobreza, especialmente ofensiva del equipo blanco. Sin embargo el público animaba incansablemente sabiendo que la tarea era compleja y sabiamente conscientes de lo que estaban viendo. Una superioridad abrumadora del emblema de la orilla del Douro. 3-0 al final del partido, y Pinto da Costa satisfecho por seguir ampliando la sala de trofeos. Supertaça y FC Porto son dos palabras que en la última década son casi indisolubles. Hasta el punto de que Helton, el guardameta brasileño del FC Porto, suma más Supertaças en su palmarés (6), que el máximo rival deportivo, económico y social de los blanquiazules en Portugal, el SL Benfica (4). Un dato arrollador.


El estrellado cielo de Aveiro, ha pasado a un segundo plano, porque las estrellas no fueron lo importante. Más bien la fiesta del fútbol, asociada al orgullo portugués, y a la eterna capacidad de reinventarse. Un golpe de autoestima portuguesa.

Óscar C. López
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1 comentario:

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