El FC Porto celebra el título
Helton muestra orgulloso su 6ª Supertaça
Prolegómenos del partido con un ambiente festivo
Ambos equipos, técnicos y árbitros posan juntos antes del partido: Fiesta y juego limpio.
Vitória de Guimarães se conjura en los instantes previos a la Final
La afición vimarense, animosa, ruidosa y colorida
Licá atiende a los medios lusos
Lucho González, mejor jugador del partido
La
noche de San Lorenzo, que coincide con el 10 de agosto, fecha de celebración de
la final de la Supertaça
de Portugal que abre la temporada 2013/14 en el fútbol luso, es conocida por la
“lluvia de estrellas” que se sucede en los cielos despejados. Así es el cielo
de Aveiro, limpio y luminoso, durante el día, abierto al Atlántico, despejado y
estrellado en una noche de verano, como la que se vivió en la final de
Supertaça.
FC
Porto (Campeón Nacional – de Liga-) y Vitória de Guimarães (Campeón de Taça – Copa
de Portugal -) se enfrentaban, despertando una gran expectación, pese a que
sobre el césped del Estadio Municipal de Aveiro, se echaban de menos a algunas
de las estrellas que más brillaron el año pasado en sendos planteles y que
permitieron, o ayudaron con creces, a la consecución de los logros deportivos
conseguidos por ambos equipos. Moutinho, James por FC Porto, y Tiago Rodrigues,
Ricardo y Amido Baldé por Vitória de Guimarães, permanecían en el
recuerdo con suspiros de nostalgia desde el subconsciente de los pobladores de
los graderíos y las televisiones de los depauperados hogares lusos.
Sin embargo, en un país
sabiamente austero por naturaleza, y empobrecido a marchas forzadas por las
decisiones de terceros, el sábado se vivió una auténtica fiesta de fútbol. Y
una fiesta de refuerzo y orgullo del fútbol portugués en todos los frentes
posibles. La capacidad del portugués a sobreponerse de los reveses a base de
trabajo callado, imaginación y esfuerzo, se vio reflejada el sábado en la
atmósfera que rodeaba la final de la Supertaça. Para empezar, el Estadio Municipal de
Aveiro presentaba un aspecto espectacular. Más de 29.000 adeptos llenaban hasta
la bandera un Estadio eternamente semivacío. La Federación Portuguesa
de Fútbol, sensible a la situación económica del país, consciente de que para
que el fútbol sea festivo requiere de graderíos repletos, volvió a poner unos
precios asequibles a todos los bolsillos. Entradas a 5, 10 y 15 euros en un
Estadio en el que el fútbol se ve perfecto desde cualquier butaca. El
resultado, no podía ser otro: Estadio lleno, y fiesta. Orgullo portugués de
sobreponerse a las zancadillas. Vimarenses y portistas merecían fiesta, y de
antemano, antes de entrar al estadio, estaba conseguida. Si la ciudad aveirense
estaba tranquila, dando amable recepción desde sus canales a los despistados
(futbolísticamente hablando) turistas, con algunos grupos de personas con
camisolas azuis e brancas dispersos y
apacibles, el Estadio criminalmente (para el fútbol) situado a 6 kms del centro
de la ciudad, era la hipérbole de la fiesta asociada al deporte. Ya en el
aparcamiento, y zonas verdes aledañas, las mesas de camping, las furgonetas
abiertas, los portones traseros de los vehículos abiertos, con el fin de cenar,
beber un trago de la refrescante cerveza nacional, se mezclaban con las sirenas
de los policías que escoltaban los autocares de ruidosos adeptos que llegaban
desde Porto y Guimarães. Muchos portugueses de la diáspora que en agosto, con
las vacaciones veraniegas, se cruzan una parte del sur de Europa para llegar
con sus vehículos de matrículas suizas, francesas, del Benelux, y alemanas, a
su tierra de raiz, tenían una ocasión
única para ver al FC Porto de sus amores. La máquina blanquiazul, incansable de
títulos al mando de Pinto da Costa, es algo más que un club en Portugal. Es la
excelencia llevada a la gestión económica, deportiva y social. Y vivirlo, como
se vive, por los nietos de portugueses emigrados en los 60, que hablan un
francés perfecto con la camisola bautizada con el nombre de Moutinho a la
espalda, permite percibir que estamos ante un sentimiento que traspasa
fronteras y generaciones. La afición vimarense, también se dejaba ver, aunque
en una cuarta parte, con sus camisetas blancas. Acaso una afición más local,
menos cosmopolita, pero espectacularmente ruidosa.
Ante el inicio del
partido, el estadio lleno, y dos equipos con una diferencia presupuestaria
importante, pero bien dirigidos desde palco y banquillo. El FC Porto dirigido
por Paulo Fonseca, uno de los entrenadores
con más y mejor futuro a medio plazo en el fútbol europeo. No exagero ni un
ápice porque estamos ante una personalidad abrumadora en el banquillo, un buen
estratega, y un modelador de fútbol festivo. Perfil ganador y generoso con el
espectáculo. En el otro banquillo un Rui Vitoria, que es ya un joven veterano
de los banquillos lusos. Otro estratega que no discute el buen fútbol cuando
este es posible. Valiente, trabajador, e inventor de talentos cuando la
necesidad, que en el fútbol luso es constante, apremia.
Sobre el césped, el FC
Porto barrió al Vitória en la primera mitad, con suficiencia para dar el
partido por acabado en el intervalo. Y con más orgullo portugués, porque un
fichaje nacional de los portistas, era un puñal en banda que rasgaba el horizonte
defensivo vimarense. Hablo de Licá, un rápido extremo, que no está reñido con
el manejo de la pelota, y que hace sólo dos temporadas ondeaba su morena melena
corriendo pegado a la cal de las bandas de los estadios de la segunda división
lusa y buscando diagonales hacia el área con la camiseta del Estoril. Ya
apuntaba maneras de futbolista de kilates. Y el año pasado, con el Estoril en
Liga Zon Sagres, demostró lo que se preveía: un futbolista que había que tener
en cuenta. Había dudas aún de que la exigencia del FC Porto le pudiera limitar
la trayectoria. Si esta es la que marcó el sábado, estamos ante un futbolista
que volará con el Dragón. Lucho, ponía el lado extraterrestre. Partidazo para
enmarcar, del futbolista argentino que se movió a su antojo con absoluta
libertad de movimientos, asociándose con los portadores de la camiseta
blanquiazul, cuándo, como y dónde quiso. Ellos dos se metieron al público
portista en el bolsillo, dando un recital, en el que ninguno de los músicos que
les rodearon desentonó: Helton; Fucile, Álex Sandro, Mangala, Otamendi;
Fernando, Lucho, Defour; Varela, Licá, Jackson, además de Kelvin, Quintero y Josué,
que en la segunda parte mostraron que hay banquillo de suficiente nivel como
para que nadie se despiste. Defensivamente un partido perfecto. El público vimarense, se sumó a la fiesta,
desde la óptica del que la vive en primera persona, como un invitado
excepcional. No pararon de alentar desde el graderío a un equipo desarbolado:
Douglas; Josué, Pablo Oliveira (el mejor de los vimarenses, consiguió contener
en algunas acciones a las piezas más codiciadas de la delantera portista),
Pedro Correia, Addy; Moreno, André André; Barrientos, Crivellaro, Marco Matías;
Tomané, además de Maazou, Leonel Olimpio y Ricardo Gomes, que en la segunda
parte intentaron alternativas a la pobreza, especialmente ofensiva del equipo
blanco. Sin embargo el público animaba incansablemente sabiendo que la tarea
era compleja y sabiamente conscientes de lo que estaban viendo. Una
superioridad abrumadora del emblema de la orilla del Douro. 3-0 al final del partido, y Pinto da Costa satisfecho por
seguir ampliando la sala de trofeos. Supertaça y FC Porto son dos palabras que
en la última década son casi indisolubles. Hasta el punto de que Helton, el guardameta
brasileño del FC Porto, suma más Supertaças en su palmarés (6), que el máximo
rival deportivo, económico y social de los blanquiazules en Portugal, el SL
Benfica (4). Un dato arrollador.
El estrellado cielo de
Aveiro, ha pasado a un segundo plano, porque las estrellas no fueron lo
importante. Más bien la fiesta del fútbol, asociada al orgullo portugués, y a
la eterna capacidad de reinventarse. Un golpe de autoestima portuguesa.
Óscar C. López
@oscarlo_
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